lunes, 14 de mayo de 2007

Ojo de Agua en acción



María Elena López, Andrea Ordóñez, Marco Bustos, Javier Cevallos y Roberto Sánchez


"Que no haya pena" en su función de estreno en el sucre

Les ofrecemos comentarios y reacciones que hemos recogido después del estreno de "Que no haya pena" en el Teatro Nacional Sucre.




Sobre ¨ QUE NO HAYA PENA ¨

El reto de la crueldad

Dos asesinos de niños intentan inútilmente escapar a sus propios laberintos de culpa, mientras una trouppe de tres torturadores, entre clowns y animadores de varieté, da cuenta de cómo la telaraña final, en la cual están enredados aquellos que han tocado fondo en nuestra sociedad mediática, está hecha de la palabra. El imparable e inmisericorde blablá mediático está en todas partes con su superficialidad y mediocridad y determina los referentes de juzgamiento. Ambos laberintos, el interno y el externo se suman. No hay, pues, salida.

Los propósitos expresivos de la obra alcanzan realizaciones de distinto fuste en los elementos de la puesta en escena. En la escenografía, compuesta esencialmente por diversos segmentos de graderíos, se reconoce el espíritu de un mundo hermético, aún cuando el volumen, la cantidad de los elementos, en fin su presencia escénica, deja percibir una indecisión entre la ejecución de una puesta en espacio vacío o una, con una escenografía que relativamente ilustre el laberinto. Los vestuarios son funcionales y marcan adecuadamente las diferencias entre los dos grupos de personajes. Tomando en cuenta que la “fauna” del zoológico mediático es tan rica en prototipos de ridiculez, vanidad e ignorancia, quizás una mayor concreción en los vestuarios de los torturadores mediáticos hubiera contribuido a destacar el necesario contraste frente a los asesinos. En próximas representaciones el manejo lumínico de las escenas de show podría igualmente intensificarse, pues si en un teatro minimalista, menos es más; en un teatro basado en el grotesco y el kitsch ocurre lo contrario. Para que la peste sea peste, deber llegar a ser pestilente, nauseabunda. Muy destacable es el trabajo de equipo de los cinco actores, la acción es rica en cambios de intenciones y dinámica, incluso a momentos un poco atropellada, el equipo sabe mantener la atención del espectador hasta el final. Algunas individualidades entre los jóvenes del conjunto se van consolidando como actores de oficio, aspecto de gran importancia para nuestro medio teatral.

Pocas son las creaciones que se atreven en el contexto actual a buscar una articulación propia alrededor del teatro de la crueldad. “Que no haya pena” lo hace desde los códigos de la comedia negra. Consigue entonces provocar una conmoción particular en el espectador, a quien seduce a la risa, a pesar de que el universo evocado por la acción cómica es de carácter cruel e inhumano. El mayor mérito de esta producción, está en su vocación de riesgo y en aceptar el reto.

Javier Andrade Córdova

Director Escénico Teatro Nacional Sucre


La primera impresión: un escenario sencillo y que sugería movimiento, con formas modernas. Por lo menos a primera vista, uno no se imaginaría el tema tan complejo y profundo que iba a ser tratado. Es como que nos hemos muy cómodamente acostumbrado a realizar y presenciar esos escenarios demasiado ¨ clean ¨, en donde de lo que se trata es justamente de olvidarse de la realidad.

Este no es definitivamente el caso, justamente esa sencillez, la creatividad en los diferentes componentes, el ambiente sonoro, la forma efectivamente cruda y bien elaborada del diálogo nos va metiendo de cabeza (literalmente) en un pedazo de este pedazo de planeta, que generalmente es preferible no mirar: la muerte de un hijo, por sus propios padres. Claro, a simple vista, el acto más condenable de este mundo, pero con ojos más penetrantes y agudos, viendo los lados más difíciles de ver, queda claro que la única víctima en esa historia (y tantas otras) no es la criatura.

Esto es concebido desde artistas que están buscando comunicarse temporal y estéticamente con el mundo y también con su identidad propia, con su espacio, un doble mérito, raro de encontrarse articulado en propuestas actuales.

Un abrazo sincero a este grupo joven, que se separa de la masificación del arte y pincha nuestra realidad y, desde recursos materiales modestos, pero con mucha creatividad y talento, propone y se posiciona.


María Cristina Breilh Ayora

Compositora

Cuando uno se enfrenta a una obra de teatro debe entender que este arte visual conlleva una propuesta de comunicación en la que se integran todos los elementos que configuran el espacio temporal del acto. La visión debe ampliarse en el sentido de acudir a una propuesta alterna, sin el prejuicio de los antecedentes previos, tradicionales o comunes de lo que oficialmente se denomina “teatro”, es entonces la sensibilidad perceptiva la que define la validez de una propuesta, como en este caso, que más allá de una descriptiva narración secuencial y estructurada linealmente, propone trastocar los límites del presente en un incierto devenir de espacios temporales en el laberinto del recuerdo y la culpa.

Se complementa la sensación de secuencias mentales transferida al receptor, con la eliminación de perceptivas euclidianas del espacio, mediante la proyección de puntos de fuga invertidos, ubicando a los actores en ese devenir temporal, de acercamientos al pasado y alejamientos del presente, avanzan desde el pasado y ascienden al presente para trazar la pretensión de llegar al porvenir, objetivo que se trunca en una escala que lleva al mismo punto de partida. Todo esto en un enjambre de luz y sonido.

Con poca espectacularidad el vestuario, exacerba las actuaciones, logrando un equilibrio, basado en la simbiosis entre actor y personaje, con mucha naturalidad en unos y con fuertes exageraciones en otros. La obra en si no es espectacular, es significativa y alterna, digna de ser reconocida como parte de nuestra producción, que adquiere un mayor significado en tanto nos representa y permite reconocernos e identificarnos.

Ángel Jácome
Master en Diseño. Catedrático de la PUCE


He estado en la función de cierre de “Que no haya pena“ este sábado 12 de mayo en el Teatro Sucre. Disfruté de principio a fin la obra y debo felicitarles a todos, pues la obra es intensa. Qué buen trabajo, felicitaciones!!!

Bernardo Mantilla
Director Fundación Teatro Bolívar

Hace mucho tiempo que no he encontrado en nuestra comarca una puesta en escena tan sugestiva como la de ustedes. Un acercamiento a la muerte desde una mirada descarnada y cómica, abiertamente cínica, pero de ese cinismo dulce y rotundo que solo puede poblar el arte. Un territorio de estridencias y dolores como el que habita en nuestra mente, un universo alucinado, diría, de esa alucinada lucidez, para retomar las palabras de nuestro bien amado (Pablo) Palacio.

Juan Pablo Castro
Comunicador Social. Escritor. Catedrático de la Universidad Salesiana










viernes, 11 de mayo de 2007

El estreno

El número no fue un obstáculo para crear un ambiente intenso.
La controversial y satírica obra está ya entre los quiteños...
"Que no haya pena" ha tenido un cálido recibimiento por parte del público, al que le agradecemos por su asistencia y le pedimos nos continúe alimentando con sus comentarios y crítica.

Aqui dos links con reseñas de la prensa ecuatoriana:

El humor negro narra una historia de violencia
En Hoy.com

'Que no hay pena', propone el Teatro Ojo de Agua
En Ecuadorinmediato.com